¡Mercí a tout!

miércoles, 23 de mayo de 2012

Aún caiga el silencio como daga oxidada de la vida inmune, el narrador de mi vida seguirá con su cigarro leyendo mi poesía más profunda.
Ya bajo el saucé seco y blanquesino, quedo grabado nuestro recuerdo más amoroso. El sauce muere, lo amoroso muere, el recuerde hiede.
Yo solo espero, algún día encontrar con quien practicar mi mal francés, atiborrarse de te viejo y un día o dos, tener sexo. 'Espero'
El narrador con el cigarro a medio terminar, mientras lee, omite la razón verídica del escrito. Se concentra en imaginar que fuma un puro.
Cayendo por la escalera frenetica y grisaceá al infierno, sigo la huella de Dante como un recorrido turistico. (Todos sabemos que buscaba)
Al tocar el abismo, uno se da cuenta que alla abajo las flores son más bonitas. La razón es que el smog solo le llega a Dios en las alturas.
El cigarro a escazos momentos de extinguirse. El narrador sonrié con la mención incoherente y la lluvia caé.
Y caé, la lluvia caé, pero ¿Por qué caé? se deja ir, se liberá o se suicida. Mejor solo llueve.

Como se repité desde la creación del todo. El agua ama al fuego, el fuego ama al agua y estos dos se flagelan, se evaporan.
A segundos de tener ese éxtasis humeante nicotinizado, muere el cigarrillo y como vestigio de existencia, queda un estela que hace cuentos
El narrador sufré, yo sufró, el agua sufré, el fuego sufré. La trama de los cuentos del cigarrillo iba a ser un amor amarillo y cursi.
Con los pasos ahogados en el fango de miles de lágrimas, como recorrido de peregrino llego hastá el cielo. Ella desnuda y sonriente aguarda.
Quedá a la misería del narrador el hecho de la muerte de su placer, la meláncolia de sus horas y la atención a una poesía compartida.
Ya los dos unidos en plenos campos elíseos anunciamos la partida benevolósa de está tierra mugrienta.
La lluvía como ruiseñor invisible que canta al horizonte de los vivos acaricia las mejillas del narrador. ¿Serán acaso lágrimas del cielo?
Lluevé, en la tierra, lluevé en los campos, lluevé en tu memoria, llueve.
Morada última la profundidad del abismo, debajo del sauce seco y blanquesino que se postra al olvido.
El narrador, sienté quizás las lágrimas de su cielo y en plena catarsis besa su éxtasis y se aleja. Una fama casí lo atropella.
Quedá como posdata olvidada, la mención del narrador. -"Hablarón en francés hastá que el placer los hizó volver al español."
¡Mercí a tout!

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