¡Mercí a tout!

sábado, 26 de mayo de 2012

Las lluvias acídas, en disputas ebrias de dioses del Olimpo, caén como efecto secundario de la ausencia del vino y la bonanza de la cusha.
Mientras, caía la lluvía.
Ese cigarro Malboro de un quetzal se sobreponía a la interperie del prejuicio, de nacer maldito y canceroso.
Mientras tanto, el cigarro enmudecido contemplaba al no fumador que lo veía consumirse pero no lo besaba.
El cigarro se consumé, el proposito de su vida cambia, ya no es fumado, el se fuma al no fumador. El es poéta.
El cigarrillo sabe eso, lo siente en los dedos tersos y encallados, lo ve en los ojos ausentes y misteriosos. Lo sabé, el es poéta.
Se unen a los ojos antes de morir, el cigarrillo sin ser fumado, el poéta sin ser mencionado. Hay catarsis.
Esporadicamente uno se hace humo y muere conmocionado, diferente, se va.
El otro se va, se desvanece, vuelve a esta realidad. El humo no le gusto.
Con sonrisa ironica, encuentra la publicidad subliminal racista de la empresa. Imagina un verso.
Mientras, caé la lluvía. Zeus y Dionisio siguen con su rosa de jamaica.
¡Mercí a tout!

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