Detesto

Detesto que me lleven al olvido
así de rápido, 
así de lento, 
de trágico, 
de doloroso.
Lo odio.

Kimono.

De pequeño tuve un kimono blanco,

Como la nieve que nunca he visto,

Con kanjis azules como el océano.

Un cielo blanco con nubes azuladas,

Un ropaje de ternura.

De pequeño tuve un kimono,

Más nunca lo volví a ver.

Eso que tu tienes.

Eso que nunca yo tendré,

Sera sonrisa ajena en las pupilas de otro,

dulzura en la boca de miles,

Eso que nunca yo tendré,

sera insomnio por tu nombre.

Piedad

He decidido no salvar este mundo,
He decidido verlo arder en las mismas llamas de su arrogancia,
He decidido encerrarlo en pequeños frascos de alcohol,
Y dentro de ellos a ustedes.

Seguramente encontrare buenos postores,
Ebrios sucios y malditos,
Llenos de vomito y sangre coagulada,
Gente igual de tierna que la noche inmunda.

He decidido verlos morir ante mi,
Intoxicarlos con gente y porciones del mundo,
gente igual de sucia y maldita,
gente desnuda y corroída por el ácido de sus lagrimas.

Piedad,
Esa palabra suena bien para un licor de mierda.

Las cabezas bajo la noche

Dormitan bajo el manto negruzco las miles de cabezas descoloridas, duermen con un ojo abierto y el otro cerrado por miedo a ser devoradas por alguna compañera caníbal, de entre la noche marginada mas de una despierta de imprevisto y se arrastra por las aguas infames de la noche, sigilosamente hasta donde la sangre llama. La noche negruzca se mancha de un carmesí precioso, un sutil aroma a muerte invade las aguas bajas del mundo, las cabezas huyen, huyen unas de otras, huyen del mismo destino.

Despertar.

 MARIO MUCHO GONZÁLEZ

Cuanta miseria entre mis dedos,

cuanto silencio entre tus pestañas,

Divinas alucinaciones dadivosas,

que arrojan destellos de luz,

bendita luminosidad que brota de tus pechos.

Parto hacia el abismo efimero,

He visto mis manos,

Llenas de lodo,

De rabia.

Amanece y el insomnio aun me persigue,

Cuanta miseria entre tus pestañas,

A donde se fue la luz.

Amanece y aqui sigue oscuro.