Allí donde nace la hiedra venenosa de entre el asfalto.
Se arrojan los cupidos suicidas y pasivos,
A querer besar las faldas inmundas de una madre naturaleza vendida.
Debajo de tantas piedras sumisas,
Se mece vilmente el viento cómo bella bailarina coqueta,
Se despoja de sus pudores silenciosos,
Y de entre la noche,
El llanto ausente del sátiro payaso,
Rompe el panorama.
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