Lunes o martes,
Sin saber el día o
la fecha,
Más que un relato,
Una historia de
terror.
Lucia entra a
estudiar,
Emocionada con un
saber más,
Deseo de aprender,
Con
un cartón de estampitas en su haber.
El cartón psicodélico
de fabricación asiática,
Lleno hasta la
coronilla de figurillas,
De animales
depravados,
Con sonrisas maquiavélicas,
animalejos endemoniados.
En un parpadear
desaparece el místico cartón,
Dejando tras de
si, un vació existencial,
Que las lagrimas o
el consuelo ajeno, no logran llenar,
Las dudas y los
dedos comienzan a señalar.
Ella cree saber
quien es,
El crimen no se
esclarece,
No le piden un
rescate,
Y su
amado cartón se desvanece.
Pasan
los días, las semanas y los años mentales,
Al pasar por la
basura inorgánica de su sociedad,
En el fondo de la
miseria,
Divisa el rastro
apagado de su querido recuerdo.
Oculto yace,
El cadáver despellejado
de su cartón de estampitas,
Sucio,
descolorido, ultrajado, destrozado,
Le arrancaron todo
su ser.
De los animales,
solo queda la oreja a medias de un gato,
El resto fueron
masacrados, vilmente arrancados,
Decorando
cuadernos ajenos,
De sujetos sin
provecho.
Lucia sin llanto
en su alma,
Recuerda
la impresión del color, el olor y las figuras,
En su alma por vez
ultima,
Se borra el amargo
recuerdo del viejo cartón despellejado.
Sonríe macabramente,
secando su orgullo y tristeza,
Olvida
el cartón enmohecido, viejo, lleno de atol podrido,
Que acababa de ver
entre la miseria,
Camina, camina,
camina.
Se retira cantando
y volando,
En medio de
sonrisas e inocencia,
De indiferencia
infantil,
Psicotrópicos de
esa edad.
Lucia con sus 7
años,
Olvida el
recuerdo,
Olvida
al vándalo,
La infancia es
bella.
.
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