La calle dorada,
Donde pasas vos,
Yo ando a diario,
Arrastrándome en
mi dolor.
Piedad!, piedad!,
Un céntimo por
Dios,
Que tengo una
silla,
Que necesita
reparación.
Señor de traje
lustroso,
Deme un quetzal,
No huya, no se
esconda,
Venga y tenga compasión.
Ella se quedo
conmigo,
Y con el tiempo se
apolillo,
Se puso vieja,
Se le fue el
color.
Los güiros gritan,
Loco!, Loco! (me
señalan)
Me arrojan sus
piedras,
Esas chibolas de prejuicio.
Cuando agarre a
los cerotes,
Se van achingar,
(se van a chingar)
Los voy a patear,
A insultar y
esputar.
Con mi amada
silla,
Nadie se va a
meter,
Nos acurrucaremos,
Y veremos el
amanecer.
En el denso
caminar de la calle,
Y toda su realiza
de miseria,
Pendejo!, Pendejo!,
! Porfa! deme solo
un quetzal,
Mejor dos, que el
cura ya me autorizo.
Al final,
Usted se ira con
su fortuna,
A comer mierda a
otro lado,
Yo me quedare aquí,
sentado,
Semi vestido y
alborotado.
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