Los cielos envenenados con el sabor de la noche,
El silencio perpetuo que llena tus entrañas,
El rugir místico de las alimañas.
El día aun no esta muerto,
Y vos ya vagas por la senda del otro lado,
Ya peregrinas agriamente el paso de lo campos eliseos.
No te detienes a escuhar,
A sentir, a vivir,
A respirar muerte.
Que eso me envidias,
Que venis no por mi vida,
Sino por el aliento fresco exhalado de mis comisuras.
Venís por el deseo de estar ser vivo,
Y portar como piel de guerrero,
El pellejo de una humanidad desmoralizada.
Que envidias de los mortales infames,
Sinceramente, tu existencia ilimitada no carece de nada,
Y en cambio nosotros solo somos espectros.
Recuerdos oscuros y abstractos de antaño,
En la carne del ser, solo yace la piel podrida.
Consuma y hartada por siglos de miseria.
Los gusanos de la piel obscena,
Ya estan inclusive muertos y desparramados,
¿Que envidias de los mortales muerte?
Que la frialdad de tus huesos,
Brinda el calor a los infiernos,
Y la belleza de los cielos.
O caso queres sentir la tibieza de las manos,
O palpar los respingos que da el corazón,
O vivir como seres irreverentes carnívoros de su propia esencia.
En estos momentos lloraras,
Iras a quejarte al purgatorio de Virgilio,
A rogarle que te deje libre.
Total los poetas como vos muerte,
No van al cielo y no perecen en el horno del dolor,
Se quedan en el frió limbo, contemplado la destrucción.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario